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Cuba: Servir con humildad en tierra resiliente

23/03/2025

Jesuitas en Formación viviendo la Misión. Si cada experiencia en los territorios prioritarios deja una huella profunda, el testimonio de Ademir no es la excepción. Al igual que Junior en la Amazonía peruana, él también emprendió un viaje que lo llevó a conocer una realidad desafiante, donde la fe y el compromiso con la misión se vuelven más esenciales que nunca. Esta vez, el destino fue Cuba, una isla marcada por la resiliencia de su gente y las dificultades que enfrentan a diario.

Entrevista con Ademir Arévalo, S.J. Por: Tiffany Trejo

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Una actitud de apertura para dejarse impactar

Desde el inicio, Ademir supo que la preparación no bastaba, con una mochila llena de expectativas y una profunda disposición al servicio, llegó a un país donde la misión no solo es evangelización, sino también acompañamiento y apoyo en medio de grandes desafíos. “Todo lo que se trae es bueno y puede servir, pero lo más importante es la disposición”, afirma Ademir al recordar sus primeros días en Cuba. En estas experiencias, más que llevar lo esencial en la maleta, hay que estar listo para adaptarse a cualquier circunstancia, la misión exige creatividad y flexibilidad.

Las habilidades prácticas también se vuelven esenciales, “Yo trabajaba en construcción, y hasta eso sirve”, comenta. En una realidad donde lo material a veces es lo primero que hay que resolver, cada habilidad cuenta y se suma al propósito mayor: estar presente y servir. Para Ademir, lo más importante es acercarse sin prejuicios. “No llegar juzgando todo, sino buscar la cercanía primero”, recomienda a quienes se preparan para experiencias similares. En Cuba, es esencial observar, escuchar y dejarse impactar por la realidad antes de emitir juicios.

No se trata de ir con la idea de que uno lleva las soluciones, sino de reconocer lo que la experiencia tiene para ofrecer. “No es que voy a resolver todo, sino que puedo aportar dentro de mi alcance. Pero, sobre todo, qué me aporta a mí”, reflexiona. En territorios como este, la transformación es mutua, quienes llegan a servir también reciben grandes lecciones de vida.

El desafío de sostener la misión

Uno de los aspectos que más llamó la atención de Ademir durante su experiencia en Cuba fue la reducción en el número de jesuitas presentes en la isla. “Hace diez años había 25, ahora son 15”, comenta con cierta preocupación. Este descenso supone un desafío importante, ya que, cada jesuita debe asumir una mayor carga de trabajo y atender diversas áreas pastorales y sociales simultáneamente.

A pesar de las dificultades, la Compañía de Jesús sigue comprometida con la misión, acompañando a las comunidades con cercanía y sensibilidad. Su labor trasciende el ámbito espiritual, la misión abarca iniciativas educativas y sociales que responden a las necesidades concretas del pueblo cubano. En este contexto, Ademir reconoce que el trabajo de la Compañía exige una gran flexibilidad y creatividad. Las condiciones cambian constantemente, y es fundamental encontrar caminos que permitan sostener las obras y proyectos sin perder de vista el objetivo principal: estar al servicio de las personas.

Más que resultados inmediatos, lo que realmente importa es la presencia constante y la capacidad de generar esperanza en medio de las dificultades cotidianas. Un consejo recibido de un sacerdote carmelita marcó profundamente su visión: “Aquí renuncia a los logros”. Esta frase no sugiere la ausencia de resultados, sino una invitación a adoptar una perspectiva más profunda: comprender que el verdadero impacto radica en la calidad del acompañamiento y en estar presentes de manera fiel y cercana, más allá de las cifras o los éxitos inmediatos.

A pesar de los retos, este escolar destaca la fortaleza de la comunidad jesuita, que con humildad y perseverancia sostiene la misión diariamente. Cada iniciativa, por pequeña que parezca, es un testimonio silencioso de servicio. En este camino, lo más valioso es sembrar esperanza, confiando en que, incluso en medio de las dificultades, la presencia comprometida deja una huella duradera.

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Un pueblo que enseña a esperar

A lo largo de su estadía en Cuba, Ademir vivió de cerca la resiliencia y solidaridad de las comunidades; más allá de las dificultades materiales, encontró personas que, con pequeños gestos, mantienen viva la esperanza. “A pesar de todo, la gente sigue luchando”, afirma con admiración. Esa capacidad de resistir y sostenerse mutuamente dejó en él una huella profunda.

Una de las experiencias que más lo conmovió fue el testimonio de las mujeres que visitan a los enfermos. No solo llevan la comunión o una oración, sino que también ofrecen ayuda práctica con lo poco que tienen. “Si hace falta comida, la comparten; si alguien necesita ir al hospital y no tiene insumos, entre todas buscan lo necesario”, relata. Este espíritu de colaboración refleja la manera en que las comunidades cubanas enfrentan las carencias desde la acción solidaria

Para Ademir, estos gestos son una forma viva de transmitir el Evangelio, “Es una forma de transmitir esperanza, no solo con palabras, sino con hechos muy concretos”. En medio de las dificultades, el pueblo cubano no ha perdido la capacidad de soñar ni de sostenerse mutuamente. Esa lección de esperanza, nacida de la sencillez y la entrega, fue uno de los aprendizajes más valiosos de su experiencia.

En medio de una realidad compleja, este escolar comprendió que cada pequeño gesto cuenta. Desde organizar actividades con jóvenes hasta resolver cuestiones prácticas como la falta de servicios básicos, cada acción forma parte de un testimonio más grande. Es una misión que exige paciencia y una fe profunda en que Dios obra incluso cuando no se ven los resultados de inmediato.

“Uno puede llegar con muchas ideas, pero aquí hay que adaptarse a lo que es posible”, comparte Ademir. Este aprendizaje lo llevó a comprender que la clave está en la disposición para servir y en confiar en que, más allá de las dificultades, el Espíritu sigue actuando. Cada jesuita en Cuba vive este desafío con humildad, sabiendo que su presencia es, en sí misma, un signo de esperanza.

Un llamado a reforzar la misión

Ademir también fue testigo de cómo el compromiso de la Compañía de Jesús se sostiene gracias al apoyo de quienes, desde otros lugares, colaboran con la misión. “En términos económicos, la misión sobrevive gracias a la ayuda externa. Incluso los jesuitas a veces no tendrían para comer sin ese apoyo”, explica con franqueza. Este respaldo es fundamental para mantener las obras en funcionamiento y para responder a las necesidades más urgentes de las comunidades.

Al reflexionar sobre cómo la misión en Cuba se vincula con las PAU, Ademir es claro: “Todo es prioritario en Cuba”. Caminar con los pobres, acompañar a los jóvenes, responder a la crisis migratoria y fomentar el discernimiento espiritual son dimensiones esenciales en la isla. El acompañamiento espiritual es quizás lo más necesario. “El pueblo ha necesitado la presencia de la Iglesia”, afirma, subrayando el papel clave de la Compañía de Jesús en este contexto.

Además de recursos, Ademir destaca la importancia de fortalecer los equipos que acompañan las distintas regiones. “Hay muchas cosas por hacer, pero necesitamos más manos dispuestas a sumarse”, afirma con convicción. Para él, una de las claves para el futuro de la misión en Cuba es que más personas, jesuitas y laicos, se animen a ofrecer su tiempo y sus talentos al servicio de las comunidades.

A pesar de las dificultades, Ademir se muestra esperanzado. Cree firmemente que, con un compromiso renovado y una visión de largo plazo, la misión puede seguir creciendo y respondiendo a las necesidades del pueblo cubano. “La Compañía de Jesús tiene mucho que aportar aquí. Hay que seguir adelante, con confianza y con el corazón abierto”, concluye.

Imágenes que permanecen en el corazón

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Entre los muchos recuerdos que se lleva de Cuba, hay una imagen que lo marcó profundamente, durante una visita a un museo una de las trabajadoras le hizo una petición inesperada: “Después de explicarnos sobre las exposiciones, me preguntó si tenía algo para darle”, recuerda. Ese gesto, más que un simple pedido, fue un reflejo de las carencias cotidianas que enfrentan muchas personas, incluso aquellas con empleos formales.

Para Ademir, ese momento fue un golpe de realidad. “No era alguien preguntando en la calle, era una persona en un trabajo formal. Me quedó muy grabado porque muestra hasta qué punto llegan las necesidades”, comentó con asombro. Sin embargo, en medio de estas dificultades, lo que más le impactó fue la dignidad con la que las personas enfrentan su día a día, no se rinden ni pierden la esperanza, y encuentran formas de sostenerse unos a otros. Esa capacidad de resistir con dignidad y de seguir adelante es, para Ademir, uno de los testimonios más valiosos que se lleva de esta experiencia.

Hacer todo como si dependiera de uno, confiando en Dios

Al reflexionar sobre su experiencia en Cuba, Ademir resume todo en una frase inspirada en San Ignacio: “Hacer todo como si dependiera de uno, pero dejar que sea Dios quien lleve la obra adelante”. Estas palabras resumen el espíritu con el que vivió su misión: dar lo mejor de sí mismo, pero con la certeza de que el fruto final está en manos de Dios.

“Si ahora me quieres aquí, porque aquí se necesita, aquí estaré”, concluye con humildad. Con esta actitud de entrega, Ademir regresa de Cuba con una convicción más firme: la misión continúa, y cada paso dado con fe es parte de una obra mucho más grande que, al final, solo Dios puede completar.

Su historia, como la de Junior en la Amazonía, es un testimonio de entrega, fe y esperanza. Una invitación para que más escolares se animen a vivir estas experiencias, descubriendo en ellas el verdadero significado del servicio.