Curia provincial: Jenaro Sanjinés #777, La Paz, Bolivia

Mi experiencia en el SJM El Alto

12/10/2020

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José Suárez (Chapu), SJ

José es jesuita mexicano que vino a Bolivia para hacer su Tercera Probación en Cochabamba, durante el primer trimestre de este año. Y en el mes de Agosto, tiempo de espera para retornar a su País, colaboró en el SJM El Alto.

Comparto tres experiencias de amor de madre que, en estos tiempos de Pandemia, rompen toda frontera.

Gotas de leche para vivir

Milagros, viene de Venezuela y sus papás le pusieron ese nombre porque fue seismesina y no había incubadoras; por lo que, su mamá la tuvo que criar con un cuidado súper especial y sacaba la leche gota a gota de sus pechos para alimentarla. Su piel era transparente como la de los gatitos cuando nacen.

José es jesuita mexicano que vino a Bolivia para hacer su Tercera Probación en Cochabamba, durante el primer trimestre de este año. Y en el mes de Agosto, tiempo de espera para retornar a su País, colaboró en el SJM El Alto.

Ella tiene como veinte años y dejó a su hijo en Venezuela. Para poder ayudarlo, tuvo que salir de su país porque no encontró trabajo para comer, ni seguridad. Además, se necesitaban dólares para comprar algo.

Recorrió y sigue recorriendo miles de kilómetros para conseguir una oportunidad de sobrevivir. Parecía que todo iba bien en Bolivia, había conseguido un trabajo en la zona de los Yungas de algo que le gusta mucho hacer: Cocinar. Pero, con la Pandemia, la cosa se complicó y perdió su trabajo.

Cuando nos encontramos y nos conocimos, me sentí impotente de recibir su desesperación. Milagros quería regresar a Venezuela porque la habían quitado a su hijo y se lo llevaron con la familia del papá. Ella había perdido toda su esperanza porque no podía regresar a su País, y hasta pensó en quitarse la vida. Pero, poco a poco, el amor, la esperanza de vida que significó su nacimiento, la regresaron ser un milagro: gotas de leche de paz.

María llega al SJM El Alto

Era la primera vez que llenaba una ficha social del SJM; no lo hice solo, sino con mi amiga Katty, a quien le doy muchas gracias. Soy tan insensible, que la persona que estaba a un lado mío tenía 8 meses de embarazo y no me había dado cuenta.

Ella tuvo que caminar mucho para llegar al SJM, porque ese día las carreteras de ingreso a la ciudad de El Alto, estaban bloqueadas. Llegó cansada, no sólo de la caminata sino también de los últimos meses de embarazo.

Sola tuvo que tomar la decisión de tener a su niña ante el abandono de su pareja; dice fue una lucha interior donde ganó el amor de madre.

Caminó hacia Bolivia porque en Perú las cosas no estaban bien. Y pensó que su niña no iba a tener condiciones apropiadas para nacer, o quizá iba a contagiarse de COVID y morir. Por lo que, decidió emprender una lucha por vivir y encaminarse hacia Chile.

La niña ya está acomodada en su vientre, pero faltan 450 km para llegar a la frontera y, lo peor, pasar por la trocha sin que la vean los carabineros. Al ver que estaba un poco nerviosa, de pronto contemplé en su rostro la vida de María, la mamá de Jesús, que tampoco tuvo un lugar para que naciera su hijo. Se lo dije como una forma de confortar su camino.

El ser humano: sombra y luz

Ante la crisis política en Bolivia, el pueblo decidió bloquear las carreteras y meter en jaque la economía y la estabilidad del País; por lo que, Fanny, que viene de Perú y tiene tres hijos (dejó a dos de ellos con sus papás), caminó hacia Bolivia con la chiquilla que tiene 4 años con sus cachetes lastimados por el sol. Nos encontramos en la Terminal de Buses que sale hacia Oruro, y la invitamos a visitarnos en la oficina del SJM.

En la oficina, nos contó historias a las que nos conectamos todos los que estuvimos ahí. Nos contó que unos bloqueadores en la carretera, no la dejaban pasar y la amenazaron con apedrearla; entonces, ella se hizo pasar por boliviana. Se asustó mucho y pensó que en el siguiente bloqueo iba a volver a pasar lo mismo; pero, para su sorpresa los bloqueadores la recibieron con cariño y, es más, pararon a una ambulancia para conminarlo al chofer con estas palabras: “sólo te vamos a dejar pasar si te llevas a ella con su niña”. Y así fue como llegó a El Alto, sabiendo que en los caminos de la vida hay sombra y hay luz.

Unas líneas dedicadas a mis maestras de acercarme a lo frágil

Llegue el 1º de agosto a la ciudad del Alto, una ciudad boliviana de resistencia. Ahí está la Feria 16 de Julio, el mercado más grande que he visto en mi vida. Esta ciudad es un reflejo de Bolivia, en su diversidad y en la expresión de trabajo; y está situada a 4,150 mts sobre el nivel del mar, siendo la segunda ciudad más poblada de Bolivia.

Al llegar al SJM, me entregaron un traje de bioseguridad y un barbijo, y, no se diga más, comencé a darle al trabajo. Salimos los lunes, miércoles y viernes a repartir un poco de café caliente y algo de comida a los migrantes, en las calles de El Alto. Todo muy bien preparado “como si nos los fuéramos a comer nosotros”; así fue como me lo dijo Katty, mientras le ayudaba por primera vez a cocinar. La oficina del SJM es muy sencilla, pero con una energía bellísima.

Están 3 mujeres a tiempo completo y una de ellas a medio tiempo. Gloria es la coordinadora y, aun teniendo a su hermano muy enfermo, su entrega y dedicación siempre es al 100%: entrega, generosidad y, de pronto, un poco de orden; ella es la que ayuda a los migrantes en el área jurídica. Y, como ya tiene algo de tiempo en el SJM, sabe muy bien hacer su trabajo. Dice San Ignacio de Loyola: “hacernos amigos de los pobres es hacernos amigos de Dios”; Katty, lo lleva y lo vive en su corazón, ella es la amiga de las migrantes, les ayuda a guardar sus cosas, a conseguir un alojamiento, ... Y esta en comunicación constante con ellas. Además, siempre tiene un gesto muy bonito para con los niños y niñas. En la oficina, es la encargada de que nadie se sienta ajena en la casa.

Por último, en este trío de mujeres, esta Reina, es el amor de madre en el SJM, nunca juzga a los que pasan por la Oficina. De su corazón sale siempre el estar apoyando y queriendo a cualquiera que llegue. También es la más cuidadosa con nosotros, siempre con su gel antibacterial, dispuesta a dárnoslo para que no nos contagiemos. Era la encargada del área social de la oficina: ayudando en salud, para el alquiler, alimentación, vestido, etc. Acabe donando mis camperas porque se nos acabaron los donativos de ropa.