Homilía en el aniversario de la muerte de la Venerable Virginia Blanco Tardío
02/08/2017El 23 de julio se cumplieron 27 años desde la muerte de la Venerable Sierva de Dios Virginia Blanco Tardío, laica cochabambina.
Queridos hermanos y hermanas:
Como he dicho al comenzar la Eucaristía el 23 de julio es un día especial, porque recordamos que tal día como hoy hace 27 años murió la Srta. Virginia Blanco Tardío, boliviana, cochabambina y ahora declarada Venerable por el Papa Francisco. Venerable porque vivió la fe, la esperanza y la caridad y otras virtudes en grado heroico o, como a mí me gusta decir, porque “plasmó y tradujo en su vida el evangelio de Jesús”. La Iglesia nos invita a venerarla, aunque todavía no sea beata ni santa.
El texto del evangelio (hoy muy largo y del que la hojita reproduce solo una partecita) nos dice en la parte que hemos leído 3 cosas: Que Dios es el sembrador. Que la semilla es pequeña. Que el cristiano es como la levadura. Dios es el sembrador: y, como los campesinos, siembra en abundancia, Dios no es un mich’a, siembra con generosidad en todos. La semilla es pequeña, pero si le dejamos obrar a Dios se hace grande como un árbol. Los cristianos somos como la levadura en la masa. No una secta; no unos bichos raros; no unos a quienes el mundo no les importa.
Todos nosotros hemos recibido la semilla en el bautismo, como Virginia. Todos hemos sido llamados a crecer, como Virginia. Todos hemos sido llamados a mezclarnos con la gente, como Virginia. Virginia hizo esto en grado extraordinario. “Sean santos como yo soy Santo” nos dijo el Señor después del Bautismo. ¿Hemos buscado la santidad o esta palabra no existe en nuestro vocabulario? ¿Hemos crecido como Virginia en la fe, la esperanza, la caridad o nos hemos estancado después de la primera comunión? ¿Hemos sido levadura y ejemplo en nuestro medio escolar, familiar, social, laboral y político o somos como estos carros aparcados en un garaje que no entran en el tráfico?
Virginia Blanco T. cultivó la vida cristiana. Fue mujer de oración. Fue mujer de acción. Fue mujer de su pueblo. Su oración no era de puras oraciones, sino que la llevaba a la acción. Su acción no era para vivir solo para sí y los suyos, sino para hacer una Cochabamba mejor dando clases en los fiscales y compartiendo lo que tenía con los hambrientos y con los enfermos. Virginia fue mujer de su pueblo, respetando al personal, hablando y enseñando la lengua quechwa, conviviendo con los campesinos sin discriminación alguna. Y todo esto desde sus primeros años. No necesitó ni imitar a los padrecitos, ni hacerse religiosa ni vivir fuera de su casa, ni esperar que la Iglesia promocionara a la mujer o que la ley lo dijera. Lo hizo desde niña hasta el día de su muerte.
Para ser santos no se precisa hacer milagros. Una persona bautizada llega a la santidad viviendo el evangelio cada día: amando, sirviendo y llenándose de Dios en la oración y meditando el Evangelio. La santidad no es incompatible con el pecado, pero es incompatible con la mediocridad. La santidad no es llenarse de virtudes, sino vestirse de Cristo. La santidad no es pensar mucho en sí, sino entusiasmarse por Cristo y por el Reinado de Cristo. “Vivo yo, ya no yo, es Cristo que vive en mí”, decía Pablo. Hay un cierto deseo de perfeccionismo en la vida espiritual que no tiene nada que ver con la santidad: puede conducir incluso a un egocentrismo y a una idolatría de sí mismo. Virginia no tenía nada de esto. Yo la conocí y era una persona sencilla, natural, con una religiosidad que no molestaba.
Los obstáculos de la santidad son la mediocridad, el no creer que Dios nos ama, no creer que es misericordioso y que nos ha perdonado. Otros obstáculos son: la falta de amor a los desdichados, el orgullo, la agresividad y la prepotencia , una pasión desordenada y no combatida, el mundanismo… Todos los testimonios presentados y estudiados por el postulador de su causa, el P. Miguel M., muestran que Virginia fue y debería ser siendo un ejemplo para nuestra sociedad boliviana, nuestras familias, nuestras parroquias y nuestras personas que, a veces, andamos un tanto distraídos y ajenos a la santidad. Digo que es ejemplo; no modelo. Ejemplo para seguir, cada uno/a, en aquello que nos corresponde. No digo que deba ser modelo, porque el único modelo es Cristo que por medio de su Espíritu nos llama a ser “santos como Dios nuestro Padre es santo”.
El Papa la ha declarado Venerable; pero en la Iglesia Católica para declararla “beata” (bienaventurada) pide de ordinario que se pueda atribuir a Virginia una curación milagrosa, es decir, solo explicable por las oraciones de esta persona, una curación o hecho que manifieste que Dios corrobora su santidad. Un posible caso se está estudiando minuciosamente en la Santa Sede y se estudió antes en Cochabamba. Sería una bendición para Bolivia. Porque Virginia es un ejemplo cercano, concreto y muy ejemplar para todos. Debemos pedirlo a Dios con insistencia, porque sería un regalo para Bolivia.
Pero más importante que esto es seguir el ejemplo de santidad que Virginia nos ha dejado. Este es hoy nuestro mejor propósito en esta Eucaristía que ahora estamos celebrando y en la que ella participaba a diario y de la que sacaba toda su energía para vivir la santidad en la vida ordinaria.
Luis Palomera SJ