Curia provincial: Jenaro Sanjinés #777, La Paz, Bolivia

Misión Triple Frontera: 10 años de trabajo interprovincial y su proyección a futuro

01/07/2017

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El encuentro llevó a una  renovación de la mirada desde la frontera  con la invitación de recrearla, desde el ejercicio ignaciano de la Encarnación.  Asimismo,  profundizar la realidad de los migrantes vulnerables y la trata de migrantes, vinculada al tráfico de personas.
 
Los días 12 y 13 de junio en Tacna (Perú) comunidades jesuitas  y laicos de Arica (Chile), El Alto (Bolivia) y Tacna participaron del Encuentro de la Misión Triple Frontera (MTF).

El objetivo fue  celebrar los 10 años de vida de esta misión y realizar una evaluación de  los proyectos: Jóvenes Rompiendo Fronteras y Formadores para la Paz, y la institución  Servicio Jesuita a Migrantes.

 Además, la ocasión sirvió para  identificar los hitos y procesos vividos durante una década de trabajo compartido por las Provincias de Perú, Bolivia y Chile para situar la realidad de la misión hoy y promoverlo para los próximos años. El padre Fredy Quilo, coordinador general de la MTF participó del encuentro y respondió las siguientes preguntas:

¿Cuál sería la autoevaluación de los proyectos, además qué hitos y procesos de  relaciones identifica  entre las comunidades jesuitas que conforman esta misión?

La identificación de los hitos y los procesos vividos en la MTF, nos invitó a remover el corazón y sentir nuevamente con la Triple frontera. De esta manera, renovar nuestro compromiso con la realidad de las fronteras y, desde esta perspectiva, iniciar la necesaria recreación de los apostolados de la región.

Un hito importante en esta historia, es sin duda junio del 2009. En este frío mes altiplánico, la comunidad jesuita de El Alto-Qurpa participó de la tercera Asamblea Triple frontera, en la primaveral Arica. Para toda la comunidad fue la primera reunión que asistimos. El encuentro con los jesuitas de las comunidades de Tacna y Arica, tuvo la gracia de una especie de “re-encuentro”, pues sin conocernos antes parecía que nos conocíamos de siempre: seguro, el aire de familia.  Este lazo familiar nos permitió integrarnos a la Triple frontera, aún sin conocer mucho de ella. Esta Asamblea, gozaba del soplo de la C.G. 35: “enviados a las fronteras”. A los reunidos nos resonó fuertemente, a las fronteras físicas.

Quizás en el envío a las fronteras de la C.G. 35 (2005), está el génesis de la Triple frontera. Ciertamente, la motivación vino de los tres provinciales (Bolivia, Chile y Perú), un 2006. Pues, flotaban en el ambiente jesuítico los nuevos lineamientos de organización apostólica, en las nuevas realidades de vida de la Compañía; para lo cual, se pedía articular mejor nuestros trabajos actuales en colaboración apostólica con otros y desarrollando niveles interprovinciales.

En este sentido, la Triple frontera se presentaba como una oportunidad de colaboración y de acercamiento de provincias vecinas. Pero, no se podía sin dejar de lado, su pasado de historia bélica: La Guerra del Pacífico de 1879.  Entonces,
¿Sería la reconciliación y una cultura de paz, lo que debería iniciar nuestro trabajo en la región fronteriza?  

Aquel 2009, el ejercicio ignaciano de la Encarnación, nos llevó a reconocer que la Triple frontera no eran nuevas actividades ni nuevas obras, sino una “nueva mirada” para nuestra misión. Es así que, la realidad dolorosa de la gente pobre que cruza estas fronteras fue el reto para asumirlo en nuestro quehacer apostólico; y, no por ello, la tensión que viven nuestros países sobre el conflicto de la Guerra del Pacífico, dejó de ser parte de nuestra reflexión. Porque, esta región fronteriza al ser escenario de aquella guerra, tiene sus particularidades, que marcan la visión de su gente que la habita.
 
En este contexto, la comunidad jesuita de Arica cumplía 50 años de su llegada a esta ciudad. Habían llegado para ser presencia de la Iglesia en la frontera y, también, para apoyar la cruzada de chilenizar la región. Los jesuitas del Perú ya habían celebrado sus 50 años de presencia, fundamentalmente educativa, en Tacna. Entre estas dos comunidades hay una relación natural por su cercanía geográfica. Para la comunidad jesuita del El Alto no fue fácil entrar en esta nueva dinámica fronteriza, pues estando a más de 500 Km de las otras dos, su presencia en la región de Machaca y El Alto, está marcado por su deseo de estar con el pueblo Aymara, desde hace 35 años.

La nueva mirada desde la frontera, cambió bastante nuestra presencia como Compañía en esta región fronteriza. Los siguientes años, jesuitas y laicos que se unieron en esta decena de años, con esfuerzo conjunto y no con pocos altibajos, llevamos adelante tres proyectos, insertos en nuestros apostolados, que de alguna manera recogen nuestras mociones: Profesores Formadores para la Paz, Jóvenes Rompiendo Fronteras y los migrantes de la región fronteriza.

En 2011, el proyecto con migrantes se institucionalizó en el Servicio Jesuita a Migrantes, con oficinas en las tres ciudades. En nuestra Provincia boliviana, esta mirada fue uno de los elementos fuertes que determinó nuestra nueva presencia en El Alto, desde el 2016.

¿Qué lineamientos se proyectan para la Misión de la Triple Frontera a Futuro? ¿Cómo abordarán problemáticas sociales como, por ejemplo, la trata y tráfico de personas?

En la décima Asamblea de la Triple frontera, este 2017, hemos renovado nuestra mirada desde la frontera y confirmado la importancia de mantener viva las mociones que la han dado origen; con la fuerte invitación de recrearla, desde el ejercicio ignaciano de la Encarnación.

Asimismo, nos hemos sentido invitados a profundizar la realidad de los migrantes vulnerables y la trata de migrantes, vinculada al tráfico de personas. Pues, sin este modo de proceder, muchas veces se envejecen y anquilosan las acciones que derivan de mociones espirituales y, hasta quizá, van perdiendo su sentido. Y, también, porque realidades como el fenómeno migratorio nos muestran que, hay problemáticas globales, no podemos seguir dando respuestas locales.

También, porque las fronteras deberían tener una palabra para los centros; pues tienen experiencia de diversidad y una cultura propia de convivir con el otro, que bien podrían aportar al discurso de la interculturalidad que viene del centro. Y, tal vez, ayudarnos a soñar con una sociedad intercultural y una ciudadanía global. Por lo que, después de 10 años, triple frontera sigue presentándose como una región para trabajar interprovincialmente.